lunes, 10 de diciembre de 2018

El parto (Pre-Tartessos. El Huevo Cósmico IV)


La noche había sido fría y húmeda; los dolores previos al parto insoportables. Chan preparó una cama donde parir siguiendo las indicaciones de la anciana sordomuda. Un fondo de arena bien tapizado con pieles de zorro y lobo cosidas con tendones de animales que a modo de saco estaba relleno de hojas permitían que el nuevo ser al caer no sufriera daño alguno.
Había unido tres palos con las cuerdas confeccionadas a partir de las fibras de las hojas verdes carnosas de una planta formando el armazón de una pequeña cabaña, cuyos extremos había clavado en la arena. Como a dos brazas de distancia había colocado otros tres palos también unidos por potentes lazos. Sobre ambos soportes colocó un palo fuerte que sujetó fuertemente con ataduras y del que colgaban dos asas de cuero. Aquellas ataduras servirían para agarrase y favorecer el trabajo del parto.
Muy cerca de la cama de parto se encontraba una concha con un ungüento que aquella anciana empleaba para mantener la piel sana y, en otra, un líquido blanco amarillento de sabor fuerte que adormecía a los duendes del parto y aliviaban sus dolores.
Rodeada de un charco de líquido que mojaba sus piernas y el suelo de la cabaña, gritaba como una posesa cuando Ave Rápida, la mujer sordomuda, se dirigió a ella por señas haciéndole entender que el parto estaba muy cerca y que se colocara en cuclillas agarrándose fuertemente a las asas del palo y que hiciera fuerza durante periodos de tiempo que la sordomuda controlaba tocándole uno tras otros los dedos de las manos y de los pies.
El parto se presentaba difícil, todos los esfuerzos de Chan eran infructuosos. La sordomuda cogió el rostro de la parturienta y le indicó con la cara y las manos que hiciera mucha, mucha fuerza sobre su vientre y que se desahogara gritando y agarrándose fuertemente al palo. Mientras Chan hacía lo que le habían indicado, Ave Rápida se agachó y le dio un corte pequeño y certero en la parte inferior de la vulva con un cuchillo de sílex. Cómo si ella conociera todos los secretos de la vida una cabecita, manchada de grasa y de sangre, apareció de repente entre las piernas de Chan. Ave Rápida volvió a contar de nuevo por dos veces todos sus dedos. Luego, de repente, una niña preciosa, con la piel sonrosada, salió impulsada fuera del cuerpo de su madre quedaando unida a ella solo por un cordón largo y flexible. Casi sin fuerzas la parturienta se lo acercó a la boca y lo cortó con los dientes. Luego con maestría hizo un nudo en la parte del cordón que colgaba junto a la barriga de la niña y lo apretó con fuerza.
La sordomuda recogió a la niña, que había roto a llorar y observó detenidamente todo su cuerpo. Reposadamente comparó sus manos con las suyas; miró los dedos y uñas de los pies, las orejas, ojos, cuello, pecho, espalda, genitales. Todo parecía normal. La envolvió en una piel de cordero limpia y le puso la boca sobre el pezón izquierdo de su agotada madre. La pequeña mamaba insaciable.
Fuera el viento frío soplaba con fuerza manteniendo en el interior de sus chozas a los curiosos. Su padre dentro de la cabaña besaba a las tres mujeres, mientras que repetía una y otra vez el nombre de Hana.


Octubre, 2018. Madrid

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