La noche había
sido fría y húmeda; los dolores previos al parto insoportables. Chan preparó
una cama donde parir siguiendo las indicaciones de la anciana sordomuda. Un
fondo de arena bien tapizado con pieles de zorro y lobo cosidas con tendones de
animales que a modo de saco estaba relleno de hojas permitían que el nuevo ser
al caer no sufriera daño alguno.
Había unido
tres palos con las cuerdas confeccionadas a partir de las fibras de las hojas
verdes carnosas de una planta formando el armazón de una pequeña cabaña, cuyos
extremos había clavado en la arena. Como a dos brazas de distancia había
colocado otros tres palos también unidos por potentes lazos. Sobre ambos
soportes colocó un palo fuerte que sujetó fuertemente con ataduras y del que
colgaban dos asas de cuero. Aquellas ataduras servirían para agarrase y
favorecer el trabajo del parto.
Muy cerca de
la cama de parto se encontraba una concha con un ungüento que aquella anciana empleaba
para mantener la piel sana y, en otra, un líquido blanco amarillento de sabor
fuerte que adormecía a los duendes del parto y aliviaban sus dolores.
Rodeada de un
charco de líquido que mojaba sus piernas y el suelo de la cabaña, gritaba como
una posesa cuando Ave Rápida, la mujer sordomuda, se dirigió a ella por señas
haciéndole entender que el parto estaba muy cerca y que se colocara en
cuclillas agarrándose fuertemente a las asas del palo y que hiciera fuerza
durante periodos de tiempo que la sordomuda controlaba tocándole uno tras otros
los dedos de las manos y de los pies.
El parto se
presentaba difícil, todos los esfuerzos de Chan eran infructuosos. La sordomuda
cogió el rostro de la parturienta y le indicó con la cara y las manos que
hiciera mucha, mucha fuerza sobre su vientre y que se desahogara gritando y
agarrándose fuertemente al palo. Mientras Chan hacía lo que le habían indicado,
Ave Rápida se agachó y le dio un corte pequeño y certero en la parte inferior
de la vulva con un cuchillo de sílex. Cómo si ella conociera todos los secretos
de la vida una cabecita, manchada de grasa y de sangre, apareció de repente entre
las piernas de Chan. Ave Rápida volvió a contar de nuevo por dos veces todos
sus dedos. Luego, de repente, una niña preciosa, con la piel sonrosada, salió
impulsada fuera del cuerpo de su madre quedaando unida a ella solo por un
cordón largo y flexible. Casi sin fuerzas la parturienta se lo acercó a la boca
y lo cortó con los dientes. Luego con maestría hizo un nudo en la parte del
cordón que colgaba junto a la barriga de la niña y lo apretó con fuerza.
La sordomuda
recogió a la niña, que había roto a llorar y observó detenidamente todo su
cuerpo. Reposadamente comparó sus manos con las suyas; miró los dedos y uñas de
los pies, las orejas, ojos, cuello, pecho, espalda, genitales. Todo parecía
normal. La envolvió en una piel de cordero limpia y le puso la boca sobre el
pezón izquierdo de su agotada madre. La pequeña mamaba insaciable.
Fuera el
viento frío soplaba con fuerza manteniendo en el interior de sus chozas a los
curiosos. Su padre dentro de la cabaña besaba a las tres mujeres, mientras que
repetía una y otra vez el nombre de Hana.
Octubre, 2018. Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario