He escrito este texto hace unos días, aunque
maduraba en mi cabeza desde hace años. He compartido mi angustia, mi reflexión con
mis alumnos y compañeros de Farmacia, queriendo despertar en ellos el horror
del vandalismo, del atentado contra el espíritu.
Hoy, esta mañana, mi sorpresa ha sido
mayúscula cuando una doctora de mi grupo me ha comentado que parte del horror
ha pasado y que el daño, si así se puede decir, eliminado, que no era necesario
que colgara mi escrito. Paloma, gracias por tu grata noticia. El Guadiana de la
estupidez humana ha abandonado por ahora el averno y se encuentra visible a sus
Ojos.
Incrédulo me digo -Por fin alguien ha sido
sensato, nuestra estatua ya está completa, pero ¿Por cuánto tiempo?
Agradezco la
información obtenida en libro “La Universidad Complutense”, en el blog Arte,
historia y curiosidades.blogspot.com.es y en las páginas https://www google.Los
Portadores de la Antorcha, un regalo del matrimonio Huntington a Madrid (1955);
Andrews Hamilton. The Torch Bearers en https://wwwcounter-currets.com; https://wwwmadridafondo.blogspot.com.es
Man bears
the holy torch fidelity
Across the
glazed and burning sands of Time
A womans’
soul uplifts maternity
Starting
to mark a course no less sublime
.
A la espalda de la Avenida Complutense, en el parque, entre
facultades, horadado desde hace unas pocas décadas por el metro de Madrid, se
ubica la pura dinámica que gira alrededor de un momento mágico: dos hombres
desnudos y un caballo son la esencia de nuestra propia civilización, de la
esencia de la Universidad misma
Durante mis años de facultad, de doctorado, de deambular
universitario, te he visitado, fotografiado, admirado. Sé que has vivido años
difíciles, que ha visto correr a otros caballos tras los estudiantes, que
recuerdas el mayo del 68, que aún escuchas las voces del cambio del setenta y siete,
los tenderetes que hicieron pensar hace poco que en la Ciudad Universitaria
reinaba la Edad Media, que vivió y vive las penurias e insensateces de nuestra
civilización. Sí, hablo de ti, estatua fantástica.
Hace ya más de media década, salía un día del metro y
atónito comprobaba un hecho insólito: Un hombre caído, sufriendo de forma
máxima, empujaba en su esfuerzo a su mano portadora de vacío hacia un jinete
portentoso que alargaba su brazo más allá de lo imposible; mientras su montura
estaba presta a volar hacia el futuro. Corren malos tiempos para la Universidad
-pensé. ¿Se acercaban las manos para tocarse, para pedirse ayuda? El vacío
generacional era total. La antorcha símbolo de la entrega del conocimiento se
había transformado en un sin sentido.
Vez tras vez, cuando cogía el metro, me acercaba y te miraba.
En ocasiones encontraba restos de un botellón incomprensible, cintas de colores
atadas en tus patas, barbarie señalando que ya nada importaba, que la
ignorancia es atrevida.
Con vergüenza he mostrado tu imagen mutilada a compañeros de
otras universidades. Muchos de ellos, sobre todo los extranjeros, se acobardaban
ante la falta de respeto de unos desalmados y preferían pensar que no fueron
universitarios los que atentaron hace tiempo contra ti, contra el alma de la Complutense,
contra “la Docta”, contra el alma misma de la Universidad. Otros no comprendían
la falta de acción por parte de todos. Sí, esto fue un atentado grave contra ti,
más grave aún que otros, ya que se destruyó al espíritu, a la dignidad, a la
esencia del saber y de la transmisión del mismo.
Salgo del metro hace una semana, y vuelvo a mirarte, y
compruebo que nada ha cambiado, lo mismo desde hace años, desde que lo denuncié
en Junta de Facultad y que se plasmó en una carta que se dirigió al Rector
Magnífico de la Complutense. Miro bien y te fotografío. Entre las manos de tus
dos humanos sigue habiendo vacío. Busco en mi memoria tu nombre, rodeo caminado
tu basamento y casi borrado en la piedra adivino “Los Portadores de la
Antorcha”. Creo estar viviendo una pesadilla y me pellizco, tus portadores
siguen sin portar nada, tu antorcha, símbolo de la entrega del conocimiento, de
la razón civilizadora sigue sin existir en la Universidad Complutense. La
acción, la responsabilidad personal, la imaginación creativa sigue siendo pasto
de la infidelidad.
Han pasado años y tú, estatua familiar desde antes que
desapareciera el tranvía de la Complutense, desde que tu creadora Anna Vaughn
Hyant Huntington se sintiera orgullosa de que estuvieras en Madrid, sigues
incompleta.
Tras visitar algunas fotografías, tus fotografías me he
dicho -Si los Huntington levantaran la cabeza, tendíamos que ir a contemplarla
a Connecticut, a Virginia o a New Jersey donde están tus réplicas-. El sueño de
la artista que estaba orgullosa de que residieras en un país que supo luchar
800 años por su independencia y mantuvo su esencia de civilización
trasladándola a América, se convertiría en pesadilla. Anna no volvería a elegir
a nuestra ciudad Universitaria para que siguieras iluminado al mundo con tu
antorcha del saber.
Hoy, mi espíritu es otro. En tu escena magistral reina ya el
equilibrio: Todos podemos sentir el empuje de mantener esa llama del saber y la
cultura, la razón de saber lo que es nuestra razón de ser y nuestro destino.
Sueño que sabremos recoger tu antorcha y portarla lejos, tanto como el brío que
nuestra generación nos permita. Sueño que allá en la lejanía no faltarán amantes
del respeto y del saber, que alguien en un relevo eficaz portará tu antorcha y con
ella los valores del ser humano. Sé que no te merecemos, pero otras
generaciones esperan, sin duda, que ojalá sigas siendo por siempre testigo del
cambio generacional y que ellas también puedan presumir ante sus hijos de esto
que sin duda es y será un milagro.