jueves, 28 de diciembre de 2017

In Memoriam Tere Vieteiz

Nos llegó hace solo unos pocos días la triste, la muy triste noticia de la muerte de Teresa Vieitez, de Tere como la llamábamos todos. Te ha tocado a ti Mariano, y lo siento, ser portavoz de tan cruel misiva.
Sabíamos de tu dolor, de tus silencios, de tu deterioro exponencial, … pero nadie podía imaginar que estuvieras tan cerca de este momento. Y es que Tere, tus palabras sonrientes resuenan aún en nuestros oídos. Tu forma de sentir, de ser, aquellos viajes inolvidables que nos regalaste son el contrapunto perfecto de lo efímero de tu vida.
Cuenta Antoine de Saint-Exupéry que el Principito, en sus viajes por los pequeños planetas de su galaxia, se encontró con un geógrafo que anotaba, en un gran libro de registro, montañas, ríos, estrellas y que el Principito quiso registrar su flor (aquella rosa entre las rosas que había dejado en su planeta), y que el geógrafo le dijo:
No registramos flores, porque no se puede tomar como referencia las cosas efímeras.
También cuenta Saint-Exupéri que cuando el Principito escuchó esto, se entristeció mucho, ya que se había dado cuenta de que su rosa era efímera.
Cuando leímos, cuando integramos que tú, Tere, habías dejado este mundo, un dolor profundo, un sentido de desaparición y orfandad llenó nuestras almas. Pero a pesar de lo que el geógrafo le dijo al Principito, a pesar de tu vida efímera, hemos registrado en nuestras vidas tu buen humor, tu sonrisa, tu originalidad, tu cariño, tu generosidad, tu alma.
Haciendo mías las palabras de Horacio Balzac en Papa Gorriot, vemos cuando la tarde ha caído, que un crepúsculo húmedo irrita nuestros nervios, miramos tu tumba y enterramos en ella nuestra última lágrima de joven, esa lágrima que desde la tierra se remonta hasta los cielos.
Es más, nos cruzamos de brazos, contemplando las nubes y gritamos al unísono como si estuviéramos en Galicia, en Vigo, en las Cíes, ¡Tere, ahora nos vemos!
No podíamos callar en este momento, no podíamos dejar de darte las gracias, a ti y a tus familiares, no podíamos dejar de recordar otros momentos más jóvenes, más lejanos, pero menos profundos y de gritar con el viento:  ¡Yace ya alguien de quien se puede decir sin temor a equivocarnos que hizo todo para ser feliz y lo consiguió! ¡Y que hizo todo para que fuéramos felices!
Tú has volado a mejores tierras. Dicen que por allá la luz es permanente, que tú te mueves sin descanso de estrella a estrella y que descansas sin moverte, tan pronto amapola como rosa, lirio hecho margarita o tulipán blanco.
Tere reza por nosotros eso que tú ya recuerdas, para que el pan sea pan de cada día y el trigo un poco de verano florecido.
No has muerto, lo sé, estás allá donde el tiempo no sabe de horas, donde nada es efímero, donde el mañana ávido borrará hasta la ausencia, porque allá estaremos contigo.

Descansa en Paz


Misa de Funeral, Madrid, 20 de octubre de 2017

Francisco J. Sánchez Muniz

viernes, 8 de diciembre de 2017

He viajado (ahora charro, luego campesino)

He viajado [ahora charro, luego campesino]

He viajado casi 10.000 km a una tierra amiga,
donde el sol se pone a otra hora,
donde la gente sonríe y te estima,
donde ya nada es mentira,
donde a mojada la tierra huele,
donde la luna brilla.

He visto, a lo lejos,
moverte allí, por los cerros,
entre los magueys,
sembrando despacio esperanzas de mañana.
He sido charro y lanzado lazos imposibles,
hacia ti que te movías, rápido ágil,
esperando recibir de mí un poco de allá
un consejo amigo,
algo nuevo que quizás no llegó y
que te habría hecho más feliz.
He sido un tanto campesino tratando de recompensar
con hortalizas, verduras y frutos de mi mente
tu esfuerzo, tus miles de gracias,
tus sueños, ensueños y realidades.

He visto tus ojos derramando hermosura,
calor tropical, azules profundos,
verdes imposibles, rojos de tierra adentro,
negros obsidiana y amarillos guayaba
que hicieron soñar que aquello era mío,
que aquí siempre estuve,
que nada era tan cierto como tu horizonte
repleto de cafetales,
de suspiros que huelen a caña,
a naranjas y limones,
a mango y corazón de papaya.

He viajado lejos,
a donde hasta ahora nunca pensaba,
a donde hoy más de mil estrellas
componen tu perfecto cielo,
a una tierra donde el frío duele,
como duele tu amor admirable,
de siempre, agradecido, sincero.

He viajado casi 10.000 km
a reencontrar rostros,
ancestros de conquistas,
arrugas de ahora, de antaño
y las he hecho mías.
Me he movido entre amistad y
susurros de agua, de picante,
de noches sin dormir,
entre pirámides imposibles,
llenas de nichos silenciosos,
de juegos de pelota
y serpientes emplumadas.

He viajado, me he movido,
entre sonrisas expectantes,
más allá del inframundo,
entre los 13 planos celestes
que te envuelven, desmoronan
y hacen, una vez tras otra,
que el tiempo ya no exista,
que los sueños tampoco,
pero que tu verdad sostendrá mi existencia
aquí y allá, ahora y más tarde.

He viajado y viajaré
cuando la parca se haga señora de mis noches
y siempre pueda moverme contigo
de Omeyocán a Tlálocan
sonriendo acá, agraciado allá,
con mis santos y los tuyos,
ahíto de música, de canciones, de silencios,
de confidencias y complicidades.

He viajado casi 10.000 km para aprender
Que el tiempo sigue deprisa,
espantando realidades y sueños
en Náhualtl o en el actual cosmos.
Nada importa si la muerte ya no llega
Y el abrazo se hace inmortal para estar contigo


México-Madrid, noviembre 2017