viernes, 31 de agosto de 2018

Llamada del alma




Llamada del alma.
Comunico.
Reitera y comunico.
Un buen rato de espera y
La espera se llena de mutismo
Y el sigilo de zozobra.

Una música suave entra por la ventana
Que permanece aún abierta
Por si le diera por entrar
Para que piense
Que aún estoy vivo
Que vivo aquí.

Me levanto y ladro
Olfateo profundo
¡Pero no soy un perro!
Busco y no sé qué busco
Quizás unos ojos que me miren
Pero ni rastro de sus ojos.

Ahora nado en los mares del recuerdo
Aquel que llenamos
Con mi llanto y con el tuyo.
Me agarro al clavo ardiente
Que las lágrimas no supieron apagar.
Desde que te fuiste
Ya nada es nada,
Ni siquiera algo es algo.
Silencio tras silencio.

Llamada del alma
¿Si diga?
Le llamo pues ya le toca
¿Cuándo?
Pues esté preparado ¡Ya!
¿Tendré que ir de gala?
Sí, si Ud. lo desea.
Pues sí, iré de blanco,
¡No todos los días te llama el alma!


En la carretera, camino de Estremera (Madrid). Catorce de julio de 2018.
¿Esperando?


viernes, 17 de agosto de 2018

Damero maldito



Damero maldito ¿Con qué dígitos hoy descubres tus claves? ¿11S, 17A, 11M, 7A, 13A, 24J, 19D, 22M? Muerte, muerte. ¿Nada te frena? No sé a dónde mirar, a quién vigilar, me falta un brazo, una pierna, tu hombro donde reposar la cabeza, tu sonrisa que despertaba mis ansias día a día, aquellos besos que refrescaban nuestras tardes. Aviones contra torres, camiones, furgonetas, coches contra todos. Amasijo de cuerpos, de ropas destrozadas, de almas sin credos. ¡Nada te frena damero maldito, nadie, nada! ¡Cualquier lugar es bueno para jugar a ser aberrantes! ¿Madrid, Nueva York, Londres, Berlín, San Petersburgo, París, Estocolmo, Barcelona? ¡qué más da para que la noche se haga larga y el horror crónico!

Hace ya más de dos milenios, Isócrates decía que morir es el destino común de los hombres; morir con gloria es el privilegio del hombre virtuoso. Pero a veces hay voces del destino que no negocian, que no pactan con el ritmo normal de la muerte y rompen sin preguntar cualquier atisbo de racionalidad y consiguen, como dice Pablo García Casado, que la perplejidad se quede corta y se sitúe en el territorio de la angustia. La vida entonces no vale nada y el llanto de los ojos borra la estupidez humana y da sombra a las tumbas, a los seres vivos que sin querer y sin saberlo se encontraban allí, en ese momento, con su inesperado destino.

Guardo en mi memoria la llamada de la muerte y la suerte de haber escapado, de ella, varias veces. He vivido momentos innombrables en Boston que me hicieron abandonar con urgencia el edificio federal donde trabajaba, cuando los aviones enloquecidos, ciegos, derrumbaron las torres de Manhattan. Me aterra recordar cada primavera, los trenes que estallaron en las proximidades de Madrid. Me duele recordar otoños dolorosos en París, Navidades de muerte en Berlín, la sombra de furgonetas, de vehículos infames que segaban vidas, ilusiones, paseos por el corazón de una ciudad, de un lugar que llora la impertinencia de la anarquía.

He observado sin digerir momentos sin sentido en Pekín, en Budapest, en Venezuela, y me duele, todos, todos los días, la desigualdad humana, la muerte de miles de niños que no conocerán los cinco años.

La vida no pacta con la muerte, es espécimen cada vez más raro entre los humanos. Parece que amamos la imposibilidad de disfrutar del horizonte próximo que otros iniciaron. Atónito, desconcertado quiere salir mi espanto a brindar por la vida, a recitar en voz alta, hoy en este rudo momento, el final de una enorme poesía de Rudyard Kipling.

No quise vivir mirando y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte
aunque no la elija…
porque moriré viviendo

Descansen en paz



17 de agosto de 2017. Una tarde de verano sin sentido