El viento estelar arrecia, mientras tú vives tu cuarto
menguante.
Doble, tu halo de humedad, parece agrandar las sombras de la
noche.
Lejos, el silencio se rompe por los quejios de una guitarra imaginaria que acompaña los desgarros de
una voz que ya no existe.
Me acerco despacio, como furtivo, luchando a contracorriente
con no ser visto, con no ser oído. Ya estás cerca y yo más cerca. Quietud
absoluta.
Una brisa mueve las hojas del cristal de tu ventana. Se
diría que la Luna menguante está soplando y la brisa entra en tu cuarto y agita
tu cabellera, ahora azul, luego plata… y el cristal se parte.
Tus sueños desvelan a los pocos grillos que durmieron en
verano y las encinas entonan con sus hojas al viento melodías que hacen aún más
sensual el momento.
Duendeando coqueteo con la sombra de la Luna que sopla a
contracorriente, levantando aún más mis ansias. Ahora bailo, ahora canto. Mi
guitarra sigue dando notas imposibles, soñando con un beso tuyo, aunque sea
lejano, aunque no llegue a mis labios, aunque casi no roce mi alma.
Y es que la Luna sopla y se lleva eso, la luz de mis ojos y
un poco de los tuyos.
Amor, no te extrañe, que yo furtivo, un día, te rapte y te
lleve lejos, allí donde a contracorriente las estrellas, a pesar de la Luna,
esperan que abra el día.
Septiembre, 2017