lunes, 3 de septiembre de 2018

El fuego aniquilador



Si después de cada tormenta vienen tales calmas,
Ojalá los vientos soplen hasta que puedan despertar a la muerte
Otelo

Se ponía el sol. No era como otras veces, eterno en mi retina, girando sobre sí mismo, efervescente, diciendo limpio adiós a la luz y al día que allí morían. Una cortina de humo dejaba un horizonte débil sin contrastes a la espera del milagro del día que vendría. La luz débil llegaba a los pocos espectadores que se atrevían a mirar el horror lejano de las llamas saqueadoras que brotaban junto al río haciendo imposible la vida y mortal el respirar.

La silueta lejana insinuaba demonios que acechaban, bucos que bailaban aquelarres sin dar la bienvenida a la Luna llena, inciensos cenicientos que afligían dolores solitarios, lágrimas inoportunas que informaban que aquello mataba, dejando en su impronta quemante soledad y tristeza.

Salían de los pinares gritos silenciosos de camaleones, de insectos y ancestros vegetales que huían sin descanso hacia otro espanto. Moría la tarde, pero el fuego se erigía en luminaria en un cielo sin estrellas, roja y amarilla ahora, con tonos azules y naranjas antes, humeante y sofocante al momento.

Me quemaban las manos golpeando imaginario el pavor distante. Mi boca escupía agua que no apagaba y sentía una sed incansable que fenecía ante el calor y la iniquidad de quien atenta contra su propia existencia.

El lenguaje del viento ya no existe, habrá que esperar primaveras para que las hojas canten a las estrellas que la brisa y el amor llegan para hacer atardeceres más brillantes.


El Portil, viendo las noticias sobre los incendios de Nerva, de Moguer y del Algarve. Agosto de 2018

1 comentario:

  1. Un texto lleno de poesía para describir la lacra de los incendios; un escenario que se repite trágicamente todos los veranos y que parece no va a desaparecer nunca.
    Besos.

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