sábado, 18 de febrero de 2017

Vida dando magia a la vida (III)

Un encuentro de brujos y una premonición

Rozando la noche más calurosa y corta de la estación seca se habían reunido con otros jefes de otras tribus, a varias jornadas de distancia de su amada cueva. En ella, su hijo, había quedado al amparo de otras mujeres que a su vez cuidarían de sus propios hijos.
Entre los brujos y chamanes existía respeto y se evitaba cualquier mención a tabúes y zonas de caza; sin embargo, era preceptivo hablar de los ritos ancestrales y de los remedios que se acuñaban durante tales ceremonias. Solo algunas mujeres tenían acceso a aquellas reuniones, entre ellas destacaba la gran matriarca que conociera el terremoto devastador de cuatro generaciones atrás y aquella mujer cuya fama había llegado hasta donde el agua sabía salada, por su vigor, arrojo y sabiduría evitando la pérdida del líquido rojo de la vida de Jock.
Druidas, chamanes y brujos portaban en sus grandes sacos otros más pequeños con plantas, hojas secas, raíces, vejigas de animales llenas de grasa en donde se mezclaban hojas pulverizadas durante días por el golpear y rozar de piedras. Desde aquella planta cuya raíz recordaba a un homúnculo, a un ser vivo, cuyo nombre se evitaba nombrar, hasta el alucinógeno de los magos de las montañas, que parasitaba a grandes árboles chupando el líquido que los mantenía vivos, todo era magia. Aquel, mostró una seta roja rodeada de musgo verde, para que no perdiera sus propiedades alucinógenas. Otro enseñó un vegetal que recordaba un falo maloliente y que aseguraba potencia eterna. La matriarca mostraba la planta de grandes hojas y flores blanquecinas que cambiaba el aspecto de sus ojos haciendo borrosa la visión. Algunos brujos exponían y mordían con cuidado cuernecillos negros adosados a espigas que producían extrañas sensaciones. La mayoría enseñaba y hablaba de plantas y frutos que exudaban líquidos blanquecinos que apagaban el dolor. Otros apretaban entre sus dedos bolitas violáceas cuyo jugo amargo-oleoso ayudaba a mantener la piel joven. Uno con tez morena y aspecto y formas distantes revelaba unas raíces que recordaban a los seres reptantes cuya picadura apagaba la vida, y aseguraba que curaban la demencia de los mayores. El más fuerte mostró raíces, como palos, cuyo jugo al mascarlas dejaba un sabor dulce. Por último no faltaban las plantas que llamaban al sueño y los frutos verdes que crecían cada dos años, cuyo jugo al tragarlo producía la muerte física. Pero la más reclamada de todas las plantas fue la que salvó a Jock de morir. Gam la mostró con sigilo y misterio. Todos creyeron reconocer a esa planta verde que al tocarla producía gran escozor. Ahora estaba seca, incluida en una masa blanquecina, en el interior de unos recipientes de piedra pulidas por el roce de otras piedras que servían para obtener puntas de flechas, cuchillas para separar pieles. Todos la tocaron, y llevaron a la punta de la lengua para tener una impronta generosa de la misma; algunos se hacían cortes en los brazos para comprobar los efectos milagrosos de la misma. Jock también habló de una piedra que mantenida en agua junto al hogar, donde se cocían animalillos y plantas, tenía la virtud de maniatar el veneno de la mordedura de los seres que horadaban la tierra y se movían deslizándose. Nadie le creyó, excepto Gam.
Por la noche, el firmamento sorprendía por su cuajar de estrellas. Una gran hoguera incitaba a bailar y beber brebajes que elevaban el espíritu más allá de las luces colgadas en la oscuridad del cielo. Plantas que daban olor y crepitaban hacían el momento más intenso. Algunos pintaban sus rostros con jugos de plantas, pareciendo aún más brujos. Se diría que otros volaban montados sobre ramas de retamas hacia cielos imaginarios donde se harían eternos.
Gam y Jock se perdieron por el bosque buscando engendrar nueva vida. La noche se hizo mágica en aquel encuentro; lechuzas y grillos armonizaban sus éxtasis y desgarros. La mañana se presentó pronto mientras muchos dormían junto a los rescoldos. De nuevo historias, encuentros, secretos y nuevos repartos de plantas y conocimiento llenaron su existencia durante dos jornadas.
El tercer día muchos hablaron de un lago gigantesco a cuyas orillas crecían plantas y había caracolas. Plantas que almacenaban en sus raíces ese sabor salado que necesitaban chupar para no morir como cuando falta el agua. Aquel gran lago no estaba lejos, bastaba cruzar aquellos montes y desde arriba se vislumbraba una enorme extensión de agua que incitaba a pensar que el mundo seguro terminaba donde ellos estaban. Recogieron muchas plantas algunas que flotaban en el agua de color marrón, otras verdosas, otras rojizas. Todas eran raras, algunas resbaladizas y muy llamativas recordando aquellas plantas que crecen en los bosques y que nadie aun sabe de sus propiedades. Regresaron al lugar de reunión y volvieron a intercambiar experiencias y sueños.
Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Gam, bien temprano. El ser del firmamento que daba calor todos los días, empezaba a dar también luz rompiendo tinieblas y parecía hablarles, contarles una historia desde muy lejos. Alguien los llamaba y no sabía por qué. Temió que los señores de la noche hubieran raptado la semilla que ya crecía en su interior y besó a Jock. No fue necesario nada más, sin despedirse cogieron sus pieles llenas de nuevos misterios y se encaminaron deprisa, de vuelta, hacia su tribu. 

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