He envejecido. En un abrir y cerrar de ojos mi pelo, el poco
que me queda se ha blanqueado como si la nieve estuviera ahí protegiéndome del
silencio, del frío y de la propia existencia. La palidez de los años ha debido
teñir de gris mi rostro y poblado de arrugas que adivino con la yema de mis
dedos. No recuerdo bien quién soy, ni por qué estoy aquí y mis memorias se
pierden en el rumor cansino del viento. Una cicatriz enorme pregona que la piel
de mi pecho debió ser profundamente lacerada por las uñas de una potente garra.
Solo recuerdo frío, témpanos, redomas donde se cocían plantas y a dos mujeres,
las dos portando algo de mi existencia. También recuerdo en sueños la voz de un
amigo, cuyo nombre ya olvidé con quién compartía responsabilidades y silencios.
La palabra Sur no me dice gran cosa a pesar de que esas voces amigas siempre me
hablan de mi viaje y mi insistencia hacia ese punto cardinal. No debieron estar
unidos en mi existencia el Sur con los verdes brillantes de los árboles
gigantes; es posible que no me haya movido nunca del mismo sitio pues no he
llegado a distinguirlos en la profundidad de mi respirar de lo que a veces
sueño.
He oído que gente del sur, gentes que sabían de mí, salvaron
mi vida y quizás mi alma; que grandes aves que esperaban y añoraban mi muerte
escaparon a otros cielos. Ahora estoy junto a una gran extensión de agua, que
nunca hiela, algo que llaman los de aquí, breve pero poderosamente, mar. Debe
ser mujer pues de ella nace vida que a menudo comemos. Pare milagrosamente unos
seres plateados, escurridizos. Muchos de los que se acercan a mí parecen felices
lejos de los grandes padres blancos, pero en las noches oigo miedosos rezarles,
para que los colmillos del enorme gato se mantengan muy lejos, más allá de las
montañas que miran hacia donde sale el sol.
Esta mañana un muchacho, que me llama padre, a quién mis
ojos casi no dejan ver, pero de quien su voz bien conozco, me ha traído muchas
plantas que despiertan en mí olores y susurros de druida. Sé para qué dolencia
usarlas pero no recuerdo como llamarlas, ni quiero despertarlas con sus nombres.
Escondidas entre ellas unas flores amarillas han hecho saltar mis lágrimas.
Veladas en mis sueños de hace días he recordado a una manos blancas cogerlas,
besarlas y dármelas mientras ponía mi mano sobre su vientre vivo que se
agitaba.
Lejos un hombre joven a quien siempre oigo moverse y amar,
trae en su palo de caza una gran serpiente enrollada. Creo que cuando muerde
mata después de dormirte, como hace el espíritu con la vida. Me habla pero no
le escucho. Susurra que bajo aquel túmulo mis días serán más felices estando
con los ancestros y que soplaré a la serpiente y al gran padre blanco y al dios
de los colmillos largos para que no falte la vida blanca que fluye del pecho de
las hembras y del falo de los guerreros, para que la existencia sea ahora y por
siempre el entretenimiento de los dioses.
Yo me iré y se quedarán los pájaros más alegres, pero
cantando solitarios sin parar en la mañana o susurrando por las tardes cuando
el sol les diga que ya me he ido.
Todo está ya un poco más triste y mi soledad mortalmente cansada,
pero aunque la vida vuelva y abandone mi anestesia casi centenaria, este
letargo no será inútil y despertaré nacido en una nueva existencia.
Nota de autor a Éxodo
Éxodo es una historia
de vida o muerte; de escapar de donde no hay nada y de raptos y de encuentros
tentadores a lo largo del camino.
Recordando a Umberto
Eco en “La isla del día de antes” (sic) “quizás existía un orden secreto que presidía
aquel mudar de órdenes y perspectivas, pero nosotros estábamos destinados a no
descubrirlo jamás, y a seguir más bien el juego voluble de aquellas apariencias
de orden que se reordenaban a cada nueva experiencia”.
Muchas de las ansias
ya están allí, otras quizás no llegaron nunca o cuando lo hagan no será lo
mismo, ya que no recordarás haberlo vivido y ni siquiera quien eras tú.
Madrid, octubre de 2018
Qué pena haber vivido tanto y no recordarlo, pero a veces la vida y la memoria es así de traidora. Al final el druida se queda con los suyos aunque parece que echa de menos el sur.
ResponderEliminarBonita serie y un final redondo, aunque un poco triste.
Besos.