lunes, 24 de abril de 2017

Mujer alunarada, mujer afortunada

MUJER ALUNARADA, MUJER AFORTUNADA

       Una luna gigantesca arrancó reflejos multicolores al horizonte. Iba cargada hasta las cejas, cuando al doblar una esquina tropezaron, desparramándose por el suelo el contenido de dos bolsas llenas de comida y rajándose un paquete lleno de libros que cayeron con estrépito. Angustiada empezó a meter la comida en la bolsa rota, hasta que desesperada lo dejó por imposible. Mientras, él, sin dejar de excusarse, empezó a apilar los libros haciendo un paquete con ellos.

       Se miraron y algo conocido despertó en sus mentes. Aquellos ojos, aquella forma de mirar no eran extrañas. De golpe, recordaron años atrás en el Instituto, cuando eran novios. Había transcurrido mucho tiempo, volvieron a mirarse y cogidos del brazo se alejaron de aquella esquina primero maldita, luego bendita. En la otra acera se besaron. Ambos pasaban por momentos difíciles y una luz de esperanza se abría en sus caminos.

       Había quedado con él dos días después de un encuentro desgraciado y fortuito que se volvió afortunado. Se dirigía al lugar de encuentro, nerviosa, mirando al móvil por si él la llamaba, por si había cambio de planes. Cruzó la calle, un camión se cruzó en su camino y con un golpe gigantesco la lanzó sobre sus brazos. Había tenido la fortuna de morir junto a él mientras una luna blanquecina, ya en cuarto menguante, volvía a arrancar reflejos multicolores al horizonte.

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