Hoy 21 de septiembre, como hace justo 29 años me he despertado
temprano, muy temprano. Ha sido una noche inquieta
Sobre las cinco y media ha sonado un eco musical delatando que un nuevo
mensaje había entrado en uno de los móviles. Tu madre acudía celosa al teléfono
buscando encontrar noticias de aquí y allende los mares. Yo he girado en la
cama, mirado el reloj y recordado aquella noche, hace ya tanto tiempo, en la
que tu madre, también despierta contemplaba por la ventana una tormenta lejana,
allá en la sierra, esperando su propia tormenta generosa de aquel día.
Al despertarme le pregunté ajeno a lo que sucedía -Sara, cariño, ¿por
qué no duermes?
-Paco, -me contestó –creo estoy de parto. -¿Estás segura?
le pregunté de nuevo.
Luego los acontecimientos fueron los que tú sabes, los que nos has oído
contar muchas veces. Una larga espera, un montón de inquietudes, un sinfín de
números y minutos escritos de forma compulsiva, pero ordenada en un papel que
aún atesoramos. La rotura de tu bolsa, el encajamiento un parto duro, primerizo
que hizo a tu madre fuerte, héroe, madre.
Sonriente, a la larga espera en la puerta del paritorio, un médico
acercándose a mí me comentó -Todo estupendo, solo le falta echarse novia- y al
rato te pusieron entre mis brazos.
Eras precioso, rosado, blandito, indefenso, pequeño, recién nacido,
llenando de ilusión y realidad nuestros corazones y nuestra casa.
Has sido norte de nuestras actuaciones, la vida en la casa de los
Sánchez Bastida ha girado en torno a ti muchas veces, muchas veces. Me he
sentido padre contigo en tantas ocasiones, estudiando, montando en bicicleta,
recordando, soñar en poder ser útil. He sido muchas veces algo duro, quizás
incomprensible, pero he querido ser padre sobre todo y tú me lo has hecho saber
y sentir. Gracias.
Hoy en tu 29 cumpleaños estamos aquí de nuevo para mírate a los ojos y
seguir peleando contigo, para decirte -¡la vida está ahí, es fantástica,
cómetela!
¡El tiempo siempre vuela! A mi me gustaría de nuevo cogerte entre mis brazos
y levantarte alto para ver como sonríes, participar de la fiesta de tu baño
antes de la cena y de ir a dormir y despertarme a veces para seguir dándote el
biberón como tantas veces y hablarte de Chunchín y de tantos cuentos olvidados
que inventé para ti, cuando cada noche me decías -¡Hazme cosquillas!
Ser padre es tener un hijo y decirlo y pregonarlo y sentirlo y
mostrarse orgulloso.
Han llegado a mí, casi por azar, unos versos, un soneto de Pablo Neruda
que quiero sea mi mejor regalo de cumpleaños, que cuando te sientas sólo,
alegre o triste, lo leas y releas hoy y en todos tus cumpleaños, que cuando lo
leas recuerdes este momento, este día.
Gracias Kiko por permitir iluminarnos con tu luz, por creer que somos y
seremos.
Tal vez no ser es ser sin que tú seas,
sin que vayas cortando el mediodía
como una flor azul, sin que camines
más tarde por la niebla y los ladrillos,
sin esa luz que llevas en la mano
que tal vez otros no verán dorada,
que tal vez nadie supo que crecía
como el origen rojo de la rosa,
sin que seas, en fin, sin que vinieras
brusca, incitante, a conocer mi vida,
ráfaga de rosal, trigo del viento,
y desde entonces soy porque tú eres,
y desde entonces eres, soy y somos
y por amor seré, será, seremos
(Soneto LXIX.
100 Sonetos de Amor de Pablo Neruda).
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